Este es el día de San Crispín.Todo aquel que sobreviva a este día y vuelva sano y salvo a su casa,se izará sobre las puntas de los pies cuando se mencione esta fecha,y se crecerá por encima de sí mismo al oír el nombre de San Crispín.Todo aquel que sobreviva a este día y llegue a la vejez,cada año, en la víspera de esta fiesta, invitará a sus amigosy les dirá: «Mañana es San Crispín».Entonces se subirá las mangas, y, al mostrar sus cicatrices,dirá: «Recibí estas heridas el día de San Crispín».Los ancianos olvidan, pero incluso quien lo haya olvidado todorecordará aún las proezas que llevará a cabo hoy.Y nuestros nombres serán para todostan familiares como los nombres de sus parientesy serán recordados con copas rebosantes de vino:el rey Enrique, Bedford y Exeter,Warwick y Talbot, Salisbury y Gloucester.Esta historia la enseñará todo buen hombre a su hijo,y desde este día hasta el fin del mundola fiesta de San Crispín nunca llegarásin que a ella vaya asociado nuestro recuerdo,el recuerdo de nuestro pequeño ejército,de nuestro pequeño y feliz ejército, de nuestra banda de hermanos.Porque quien vierta hoy su sangre conmigoserá mi hermano; por muy vil que sea,esta jornada ennoblecerá su condición.Y los caballeros que permanecen ahora en el lecho de Inglaterrase considerarán malditos por no estar aquí,y será humillada su nobleza cuando escuchen hablar a unode los que haya combatido con nosotros el día de San Crispín.
Enrique V, acto IV, escena 3ª